jueves, 28 de agosto de 2014

volando voy


Pero empecemos por el principio como el Abuelo Cebolleta.

Volé desde Madrid, haciendo escala en Dubai. con  Emirates Airlines.  Una azafata de inquitante parecido con Gadafi me preguntó si sabia ingés. “Yes” asentí  yo y gracias a esta inocente mentira me asignó un flamante asiento de ventana en la confortable fila de emergencias desde la que pude distinguir perfectamente las pirámides de Egipto cuando sobrevolamos el Cairo , mas alla de la linea que separa  la fértil franja del aluvión del nilo de las inmensidades del desierto.

Tambien me impresionó surcar el espacio aéreo de Kuwait e Irak. Al osurecer se distinguían unos pequeños puntos incandescentes que yo supuse pozos petrlíferos, pero bien podrían ser campamentos de la Nación Islamica esperando la llamada a la Jihad.



 

lunes, 25 de agosto de 2014

Tailandia

Acabo de volver de Tailandia, el antiguo reino de Siam.

El pais de las sonrisas no ha perdido su secular alegria, a pesar del reciente golpe de estado, que hasta hace bien  poco ha mantenido el toque de queda en vigor . Pero el turismo pesa mucho por ahi, y no es amigo  de asonadas ni leyes marciales, asi que el Gobierno se ha esforzado para que, al menos en apariencia, la situación resulte mas o menos normalizada.


tosssssa

Pondria mas entradas de Girona, que tengo muchos dibujos y algunas historias mas que contar, pero creo que lo dejare para mas adelante, porque ahora quiero contaros mi ultimo viaje, que aun lo tengo reciente en la memoria.

lunes, 18 de agosto de 2014

Pals

 
 
Hay en Pals una torre muy antigua, que ya aperece documentada en el año 889, durante el reinado del ominoso rey Odon I.

Despues de las revueltas de campesinos que estallaron entre los años 1380 y  1482, llamadas “Guerra de los Remensas”, que dan inicio a la guerra civil catalana, el rey Juan II ordenó expresamente que se librara del derribo, que habia decretado para el resto de la fortificación.

Se la conoce como la Torre de las horas, porque desde hace siglos sus campanas vienen marcando el paso inexorable del tiempo. Una del siglo XVIII repica a las horas. Otra del XVI a los cuartos.



amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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